Hace unas semanas viaje a Zihuatanejo, un sitio en el que había estado nada más de paso, así que llegue con ganas de querer comérmelo todo, cuando supe que viajaría a ese destino, no quite el dedo del renglón en ir a comer a Carmelitas Café y probar todas esas delicias que había leído con anterioridad.
Esa mañana tenía varias opciones, pero donde pongo el ojo, pongo la bala y decidí visitar Cramelitas Café, tuve el privilegio de sentarme a la mesa con la mismísima Carmelita y nada más y nada menos que con la chef Lula Martín del Campo.
Desayuno Carmelitas Café
Llegamos al lugar y el aroma enloqueció a mis papilas gustativas, café de olla, tortillas elaboradas a mano y un vaivén de ingredientes en los fogones de su cocina.
El desayuno comenzó con un café de olla acompañado de pan dulce recién horneado de Rol Coqueto, nombre del proyecto de panadería de la hija de Carmelita, quién por cierto, lleva el mismo nombre, Carmen González, y por eso se llama así el restaurante, en plural y no en singular. Después de probar variedad de panes, vinieron un desfile de platos típicos y recetas familiares de las Carmelitas.
Un poco de historia
Doña Carmelita Ramírez Lorenzana, como es su nombre completo, viene de una familia grande, eran once hermanos, les preparaba de comer a todos desde que estaba chiquita, lo hacía por gusto, jamás estuvo obligada, ella lo disfrutaba.
Carmelita es una gran cocinera empírica, no estudio nada relacionado con la cocina, lo trae en la sangre, y aunque usted no lo crea, ella estudió la licenciatura en economía, en el Casco de Santo Tomás, en el Politécnico Nacional. “Me case muy chica y no terminé la escuela, luego me embarace y decidí dedicarme a mi familia”, me platica mientras probamos sus delicias.
Por la mesa desfilaron un plato de aporreadillo, una costilla de puerco en salsa de jitomate, costillitas de res, cazuelitas de tortilla rellenas de huevo y envueltas en queso y unas enjococadas, esta es una receta de Doña Rosenda, la madre de su esposo, se la enseñó a Carmelita y ahora la réplica en su restaurante con muy buen sazón, resultan ser un tipo de enchiladas, pero bañadas en jocoque o como ellos le llaman, crema de rancho, con cebolla morada, salsa verde, queso seco espolvoreado, un toque de orégano y plátano macho.
Todo eso probamos mientras la cocinera nos contaba cómo inició su vida en el mundo de la gastronomía, resulta que su esposo se asoció con unas personas y montaron un restaurante fine dinning, para la época de los años 80 era uno de los más elegantes en la zona, pero como en todas las sociedades, uno comienza con mucha emoción y a la larga hay diferencias, se lo terminaron dejando, Carmelita le tuvo que entrar al quite y se metió a darle con todo a la cocina, “Yo estaba embarazada y los aromas me causaban náuseas, la pasaba muy mal y decidimos cerrar el negocio, ese día dije: “Nunca más en mi vida quiero un restaurante””, recuerda a carcajadas.
Mientras nos recogían los platos y esperábamos el siguiente, como un encore en medio de un concierto, Carmelita continúa contándonos que después de esa experiencia, un amigo de su esposo con un buen puesto en el aeropuerto de Zihuatanejo le ofrece la administración o locales, y se decide por lo segundo. “Comencé a llevar cosas de mi casa y de mi cocina, empecé a servir preparaciones sencillas como sándwiches, baguettes, chapatas, luego metí pescadillas, ceviches y cosas más elaboradas, y así fue creciendo la carta, preparaba también box lunch to go para los vuelos demorados y eran un éxito”, recuerda.
Durante 18 años trabajo en sus locales del aeropuerto hasta que fue adquirido por empresas privadas, cambio la administración y se acabó la concesión.
Las raíces de Carmelitas Café
Paco, su hijo mayor, con el fin de ayudar con los gastos, le pide a sus papás que le presten un terreno baldío que tenían en el centro y le propone a su mamá hacer hamburguesas y tacos, la familia accede y gracias a la gran sazón de Carmelita Tacos Paco como lo nombraron, se convierte en todo un éxito.
Poco a poco se fue transformando, le agregaron al servicio desayunos y luego comidas, le cambiaron el nombre y se convirtió en lo que actualmente conocemos como Carmelitas Café, un restaurante familiar de mucha tradición en el Zihuatanejo, en el que podemos disfrutar de platos típicos de la región y con los que Carmelita creció, ya que en su cocina replica recetas familiares que hoy le traen recuerdos llenos de amor y sabor.
Fueron momentos sublimes entre la plática de las dos grandes chefs y la cocina auténtica de Carmelita, rodeadas de sabores únicos y emocionantes, ya que cada bocado era más delicioso que el anterior.
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